En el 2016 se detectó una serie de misteriosas situaciones en las que diplomáticos y agentes de la CIA se pusieron enfermos. Sufrían vértigo, nauseas y fuertes migrañas. Se habló de contaminación sónica de la que, por supuesto, se culpó a las artes ocultas del castrismo.
El primer caso reportado en Washington, que ocurrió en noviembre de 2020, se dio cuando el funcionario ingresaba a la Casa Blanca. La persona, cuya identidad no ha sido revelada, sufrió síntomas leves como dolor de cabeza durante una semana. Pero los estudios en su cerebro indican el mismo tipo de lesión que presentaron los diplomáticos.
El segundo caso también ocurrió en las inmediaciones de la Casa Blanca. Los síntomas fueron más severos y la persona requirió asistencia médica de inmediato.
Hay un tercer caso en estudio. Este ocurrió al norte del estado de Virginia (vecino con la capital del país) en 2019, pero aún no se confirma si se trata del mismo síndrome.
Las víctimas lo describen como un dolor de cabeza persistente, sensación de vértigo, presión en la cabeza, y en ocasiones, un sonido persistente en el oído. Algunos declararon haber podido superar los síntomas simplemente si se movían de lugar, y volver a experimentarlos si ingresaban en el mismo cuarto, llevando a muchos a pensar que era un ataque generando con ondas de sonido.
Bajo presión de la comunidad política, la administración Biden ha salido a declarar que han incrementado sus esfuerzos para identificar la causa de estos incidentes y prevenirlos. El director de la CIA, Bill Burns, ha empezado a recibir reportes diarios acerca de este asunto.
El gobierno ha identificado hasta ahora un examen de sangre que podría ayudar con el diagnóstico, aunque este examen no se puede considerar por si solo como prueba del síndrome de La Habana.
Los presuntos ataques siguen siendo uno de los mayores misterios para la comunidad diplomática y política de los Estados Unidos.