Uno de los descubrimientos más importantes dentro de la historia moderna de la ciencia, va de la mano de la radioactividad, la cual ha traído grandes avances en todos los campos de la vida común del ser humano, desde la medicina, hasta la guerra, la radiactividad se ha generado un nicho importante e el modus vivendi de la sociedad moderna
Una vez comprendido lo anterior, para nadie es un secreto que el poder de la energía nuclear también es devastador, pues existen varias historias de las consecuencias que se pueden generar gracias al mal manejo de la radioactividad, tal es el caso de las armamento nuclear, dónde estudios recientes indican que una explosión nuclear a gran altitud puede sacudir el campo magnético de la Tierra, según una nueva investigación liderada por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS). Provocaría tormentas geomagnéticas especialmente agitadas y de súbita aparición: el fenómeno ya ocurrió en la década de 1960, en el marco de pruebas nucleares en la atmósfera realizadas precisamente por Estados Unidos.
Según han podido verificar los investigadores luego de analizar distintos casos, las bombas nucleares activan un fenómeno denominado pulso electromagnético (EMP), un feroz estallido de radiación que puede ionizar la atmósfera y salpicar el suelo con partículas secundarias similares a los rayos cósmicos.
Sobre la década de 1960, las potencias del momento iniciaron una serie de distintas pruebas nucleares. Por ejemplo, el 9 de julio de 1962 el ejército estadounidense hizo explotar una ojiva termonuclear sobre el Océano Pacífico, generando un fenómeno que sacudió a toda esa región del globo.
Finalmente, cabe recordar que miles de testigos informaron de auroras en el cielo: no eran eventos naturales, sino verdaderas «auroras nucleares» producidas por el impacto de la explosión. Las radios enloquecieron, las luminarias urbanas se apagaron y las alarmas se activaron. En definitiva, todo artefacto eléctrico sintió el poder del pulso electromagnético.