Las preferencias comerciales en EUA otorgadas por el TLCAN para México y por varios mecanismos para América Central, permitieron una integración más efectiva en la reorganización de las cadenas globales de valor promovida por las ET desde la década de los 90.
Por su parte, China tomó parte de ese movimiento de reorganización de la producción internacional, mediante una estrategia agresiva de inserción en el comercio mundial, que se inició con productos intensivos en mano de obra poco calificada y baja tecnología, pero que avanzó rápidamente hacia productos tecnológicamente más complejos.
La política industrial articuló estímulos para atraer inversiones apuntando a maximizar efectos positivos asociados a encadenamientos con empresas locales, a través de requisitos de compras locales o transferencia de tecnología.
México y América Central tuvieron menos efectos de demanda de productos primarios. El desafío chino se muestra con más nitidez porque exportan productos en los que China pasa a ser vista como centro manufacturero mundial, disputando en especial el mercado norteamericano.
A diferencia de países asiáticos que sufrieron el efecto competitivo chino en mercados como el de EUA, pero a la vez reciben cierto impulso por la demanda de piezas y componentes (como los casos de Malasia y Tailandia) México se ve afectado casi exclusivamente por el efecto de competencia.
Según el Informe Trimestral hizo un énfasis en que “los desafíos específicos de cada país dieron forma a patrones divergentes en los rendimientos que ofrecen, aumentando en particular los de América Latina”.
Reconocieron que la aceleración en la inflación provocó un endurecimiento de la política monetaria en la mayoría de las jurisdicciones de economías emergentes.
Mientras tanto en los mercados avanzados la situación es opuesta para los que “el surgimiento de la inflación ha sido transitorio” y está ligado a la reapertura de las economías y a la normalización de la distribución de componentes de importación.
“Los activos con criterios ESG se incrementaron a 35 billones de dólares y ahora representan más de un tercio de todos los activos administrados profesionalmente por bancos y fondos de inversión”.
Agustín Carstens, exbanquero central mexicano y gerente general del BIS, advirtió sobre los riesgos de que “algunas empresas estén utilizando este tipo de inversiones para el lavado de imagen”.