No cabe ninguna duda que las criptomonedas son como un barco a toda marcha sin freno, los precios de las mismas se dispararon el año pasado se crearon hordas de nuevos millonarios digitales. Todo esto repercute del mundo digital en el mundo real.
El gestor de activos Fidelity reveló que sus clientes donaron 10 mil millones de dólares a su división de beneficencia en 2021, incluidos 331 mdd de donaciones de criptoactivos, en su mayoría bitcóin.
Algunas de estas donaciones tal vez reflejaron una mera generosidad (o culpa), pero las estrategias preventivas de “optimización fiscal” quizá también lo provocaron, ya que los inversionistas están esperando “la claridad de los servicios de hacienda sobre cómo será la aplicación de impuestos a lo cripto en el futuro”, me dice Jacob Pruitt, jefe de Fidelity Charitable.
En cualquier caso, el patrón muestra que el mundo de las criptomonedas, alguna vez anárquico y antisistema, se mezcla cada vez más con la sobria esfera de la planeación fiscal y las entidades financieras convencionales.
¿Esto nos ayuda?
Muchos inversionistas de Fidelity (y las organizaciones benéficas a las que se dirigen) dirán que “sí”, pero para los reguladores, la cuestión ha provocado una angustia cada vez mayor antes de la reunión de los líderes del G20 de esta semana.
Para entender por qué, echemos un vistazo a un importante informe que el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por su sigla en inglés), un comité mundial de reguladores y banqueros centrales, publicó antes del G20.
El informe señala que el mundo de lo cripto no ha planteado hasta el momento ningún riesgo financiero sistémico.
Mientras que su capitalización de mercado ha aumentado mucho más de tres veces en tamaño en 2021, hasta alcanzar 2.6 billones de dólares. “Sigue siendo una pequeña parte de los activos del sistema financiero mundial”.
Y los “episodios de volatilidad de precios” se han “contenido hasta ahora dentro de los mercados de los criptoactivos y no se han extendido a los mercados e infraestructuras financieras”. ¡Uf! Pero el informe del FSB muestra que los reguladores temen que este panorama benigno esté empezando a cambiar.
“Los mercados de los criptoactivos”, advierte, “evolucionan rápido y pueden llegar a representar una amenaza para la estabilidad financiera mundial”. Lo que preocupa al FSB puede resumirse en cuatro palabras: legalidad, apalancamiento, liquidez y fugas.