Desde pequeños, en la escuela, nos enseñan que la Tierra gira sobre sí misma cada 24 horas y, al mismo tiempo, viaja alrededor del Sol, completando una vuelta cada 365 días. Más tarde aprendemos que estos movimientos, conocidos como rotación y translación, no son exactos y que la diferencia se suma para añadir un día cada cuatro años, lo que conocemos como año bisiesto. Con el tiempo también descubrimos que estos dos movimientos no son, ni de lejos, los únicos movimientos que nuestro planeta despliega y que existen otros como la precesión de los equinoccios, el movimiento de nutación o el bamboleo de Chandler.
La llegada de los relojes atómicos a mediados de la década de los años ’50 nos permitió medir todos estos movimientos con una precisión sin precedentes y unas décadas más tarde, ya en los ’80, incluso se fundó un organismo específico para estas mediciones: El Servicio Internacional de Rotación de la Tierra y Sistemas de Referencia (IERS).
En los últimos años los científicos han descubierto que, en general y atendiendo a periodos prolongados, el giro de nuestro planeta se está ralentizando. Cada siglo, la Tierra tarda aproximadamente dos milisegundos (0,002 segundos) más en completar una rotación sobre sí misma. Sin embargo, dentro de este patrón general de desaceleración, la velocidad de giro de la Tierra puede fluctuar y de esta manera, de un día para otro, el tiempo que tarda la Tierra en completar una rotación puede aumentar o disminuir en fracciones de milisegundos… y es aquí donde comienza la parte intrigante.
Desde 1973, los científicos han estado midiendo con precisión cuántos segundos tarda realmente la Tierra en dar un giro sobre sí misma y denominan “duración del día” a la diferencia entre ese tiempo de giro sobre su eje y 86.400 segundos (24 horas). Cuando aumenta la duración del día, nuestro planeta gira más lento y cuando disminuye esa duración del día, convirtiéndose en un número negativo, la Tierra gira más rápido.
De esta manera, el giro de nuestro planeta, y por tanto la duración de nuestros días, se ha ido acortando durante las últimas décadas, batiendo año tras año, los récords anotados de días más cortos.
En 2020 la IERS informó que la Tierra había alcanzado sus 28 días más cortos desde que comenzaron las mediciones diarias precisas utilizando relojes atómicos hace ya más de 50 años. El día más corto de todos en 2020 fue de -1,47 milisegundos el 19 de julio.
Al año siguiente, en 2021, nuestro planeta continuó su rápido giro, aunque el día más corto no batió el récord establecido en 2020 (por muy poco, -1.46)
Sin embargo este año 2022 las cosas se han vuelto a acelerar. El 29 de junio, la Tierra estableció un nuevo récord para el día más corto de la era del reloj atómico (-1.59 milisegundos) y ahora lo ha vuelto a batir de nuevo. El 26 de julio la duración del día se estableció en -1,60 milisegundos, convirtiéndose así en el día más corto desde que existen este tipo de registros.
¿Por qué está ocurriendo esto?
Los motivos de este fenómeno aún están por concretar. Los investigadores han propuesto varias opciones, aunque todavía no hay nada concluyente. Podría estar relacionado con procesos en las capas internas de la Tierra, con los océanos y las mareas, incluso podría estar asociado al cambio climático y a las altas temperaturas de los últimos años. Otra posibilidad se presentó hace poco en la reunión anual de la Sociedad de Geociencias en la que un equipo de científicos explicó que podría tener alguna relación con el Bamboleo de Chandler, un pequeño movimiento irregular de los polos geográficos de la Tierra que, habitualmente es de unos tres o cuatro metros, pero que en los últimos años (de 2017 a 2020) ha sido casi nulo.
¿Qué consecuencias puede tener esta aceleración?
Puede parecer que estas fluctuaciones en la duración del día terrestre de tan solo milisegundos carecen de importancia, pero pueden desplegar un efecto significativo en tecnologías que exigen una enorme precisión, como por ejemplo los GPS. La tecnología de geoposicionamiento utiliza relojes atómicos tan precisos que incluyen correcciones para evitar efectos relativistas. Sin embargo, si la Tierra gira más rápido, llega a la misma posición un poco antes… Medio milisegundo en el giro terrestre equivale a unos 26 centímetros en el ecuador y esto puede tener consecuencias muy peligrosas si tenemos en cuenta la cantidad de tecnologías (como el coche autónomo) que dependen de una exactitud milimétrica a la hora de maniobrar, girar o frenar.