¿Qué hay detrás de las mentes que idearon la Teoría de la Relatividad Especial, escribieron Hamlet y compusieron La flauta mágica?
Nada indica que dentro de las cabezas de Albert Einstein, William Shakespeare o Wolfgang Amadeus Mozart haya habido más que lo que tenemos tú y yo: una masa de poco más de un kilo compuesta sobre todo de grasa, agua, proteínas, carbohidratos y sales.
Aún así, dichas mentes nos dejaron obras y contribuciones inigualables.
Saber qué sucede dentro de un genio ha fascinado a científicos y curiosos durante siglos y varías teorías sobre cómo funcionan sus cerebros se han esbozado sin llegar a conclusiones definitivas.
Parte del problema es que estas investigaciones se encuentran con un obstáculo de fondo. Y es que ya es algo tarde para estudiar las mentes de genios famosos fallecidos hace siglos como Isaac Newton o Ludwig van Beethoven.
Sin embargo, estudios en los últimos años han encontrado modus operandis comunes en las mentes de personas altamente creativas que nos podrían dar pistas acerca de, por ejemplo, lo que pasaba dentro del pequeño Amadeus cuando a los ocho años compuso su primera sinfonía.
¿Qué es un genio?
Antes de intentar navegar por las mentes de los prodigios más famosos de la historia, acordemos primero qué es exactamente un genio.
“Una definición para un genio es que haga contribuciones originales y duraderas para la civilización humana, ya se trate de descubrimientos científicos o creatividad artística”, le explica a BBC Mundo Dean Keith Simonton, profesor emérito de psicología de la Universidad de California en Davis.
“Otra definición especifica un alto coeficiente intelectual y otra se usa para designar a los niños prodigio”, agrega Simonton.
En línea similar, Craig Wright, doctor de musicología y profesor de la Universidad de Yale, apunta que un genio es “aquel con la capacidad de pensar con perspicacia e implementar esos pensamientos en el mundo real, teniendo impacto en la dirección del pensamiento y la actividad humana”.
“El genio humano es vinculable a la alta creatividad”, le dice Wright a BBC Mundo. “Es lo que parecen ser Mozart, Shakespeare o Einstein; individuos con grandes capacidades creativas que cambian la dirección de la humanidad durante siglos”.
Los problemas para estudiar sus cerebros
La curiosidad por comprender los cerebros de los genios alcanzó límites insospechados el 18 de abril de 1955.
Ese día murió Albert Einstein. Su cuerpo fue cremado, pero el cerebro no.
Thomas Harvey, el patólogo estadounidense que le realizó la autopsia, lo retiró y se lo llevó a casa. Quería analizarlo a fondo para descubrir la clave de la mente detrás de la Teoría de la Relatividad Especial.
Sus investigaciones nunca dieron con los frutos esperados, pero Harvey tomó fotos del cerebro, lo cortó en más de 200 tajadas y las envió a varios neuropatólogos estadounidenses de la época.
Y si bien los científicos encontraron algunas características “únicas”, estas no han hecho más que conducir a conclusiones inconsistentes.
“Hay mucha especulación sobre lo que el cerebro de Einstein nos dice sobre los genios, pero es simplemente ridículo como ciencia. Los cerebros varían mucho de una persona a otra y la idea de que todos los cerebros lucen como los vemos en libros, menos los de los genios, es absurda”, dice Simonton.
“Nadie tiene un cerebro ‘típico’ y para que los estudios sean válidos requerirían una larga muestra de cerebros de genios comparada a otra larga muestra de cerebros normales”, defiende el académico.
“Incluso si pudiéramos discernir sus cerebros con una simple resonancia o conducir algunas pruebas de receptores de neurotransmisión, ¿por qué no usar esa capacidad para identificar a los genios antes? Porque no podemos”.
Conexiones cerebrales
Dado que parece improbable que el cerebro de un genio luzca diferente al de una persona de inteligencia normal, los neurocientíficos se han centrado en investigar cómo se activan diferentes zonas cerebrales a la hora de generar ideas.
Cuando Craig Wright comenzó sus investigaciones, las nociones sobre cómo pensaban los genios eran muy distintas a las de ahora.
“Entonces nos basábamos en el nivel bilateral del cerebro, en cómo interactuaban el hemisferio izquierdo, más analítico, y el derecho, más artístico y visual. Pero esta línea de pensamiento no duró mucho”, explica.
Wright vincula el genio humano a una alta capacidad creativa. Y para esta cualidad que aúna a algunos de los genios más revolucionarios de la historia hay estudios más concluyentes.
Roger Beaty, experto en neurociencia cognitiva en la Universidad de Harvard, ha liderado varias de estas investigaciones.
A través de resonancias magnéticas a personas altamente creativas en la población general, Beaty y su equipo encontraron redes neuronales específicas que se activan en la generación de ideas.
En concreto, el pensamiento creativo ocurre en el interior de tres redes.
“La primera sería la red neuronal por defecto, utilizada para crear ideas. La segunda seria la de control ejecutivo, encargada de evaluar las ideas generadas, si son buenas o no y si cumplen los requisitos de lo que uno intenta resolver. La tercera red se encarga de alternar entre las dos primeras“, explica Beaty a BBC Mundo.
Su equipo determinó que las personas muy creativas tenían mejor comunicación entre estas redes.
“Lo interesante es que muchas veces estas redes ni siquiera trabajan juntas en una persona típica. Las personas creativas son capaces de enlazar mejor estas redes, siendo más eficientes en la generación y evaluación de ideas”, dice el investigador.
Pero incluso el uso de estas redes neuronales tienen limitaciones a la hora de diferenciar a los genios.
“Mentes ordinarias pueden entrar en este modo neuronal sin producir una sola idea. No es algo que tengan los genios a diferencia de las personas normales”, dice Simonton.
“Parte del problema es que un genio, al final, tampoco puede separarse de tener suficiente experiencia en un campo específico. Einstein conocía de matemáticas y física, por ejemplo, y esos conocimientos se almacenan en regiones muy concretas del cerebro”, añade el experto.
¿Cuándo ocurre el momento ‘eureka’?
Wright se sorprendió al conocer cómo a los genios que ha estudiado se le ocurrían las ideas más perspicaces.
Lejos de lo que pensaba, su “momento eureka” no ocurría cuando más concentrados estaban o más empeño ponían en hallar soluciones.
“Leyendo sobre genios a través de los siglos, comprendí que daban con sus mejores ideas cuando menos pensaban en la solución, cuando menos la esperaban; caminando por un parque, la costa o anotando lo que recordaban de sus sueños a la mañana siguiente”, cuenta Wright.
El académico lamenta que, una vez más, tengamos información limitada sobre cómo pensaban otros grandes genios de la historia.
“Shakespeare y Mozart nunca nos lo dijeron, pero sí sabemos más sobre cómo Einstein veía el mundo. En su autobiografía hablaba de cómo pensaba, cómo jugaba con imágenes mentales una y otra vez hasta que daba con sus teorías”, añade.
Confrontación entre genio y coeficiente intelectual
La lógica nos dice que un genio cuenta con un coeficiente intelectual superior al promedio.
Se estima que Mozart, por ejemplo, tenía un CI de entre 150 y 155 puntos. Un nivel que sin dudas le da la distinción de genio.
Pero no solo se trata de eso, al menos según la visión de Simonton.
“No todos los genios tienen CI excepcionales y no todas las personas con altos CI consiguen logros que les califican como genios”, dice.
Simonton recuerda un estudio clásico de niños con alto CI a los que se les examinó a ver si una vez adultos conseguían un Nobel. Ninguno lo hizo.
“Sin embargo, dos niños que fueron rechazados por puntuar bajo para la muestra consiguieron el Nobel cuando crecieron”, dice Simonton.
Estas contradicciones nos pueden llevar a pensar sobre si un genio nace o se hace.
Y en esto tampoco parece hacer respuestas totales.
“Pienso que la educación y la genética influyen en la inteligencia y creatividad de una persona. Hay evidencias de que se nace con ellas, pero que también se pueden entrenar”, dice Beaty.
En este caso, mejor cuanto antes y con la mayor libertad posible.
“Lo más importante es mantener la motivación y evitar la desilusión. Trabajar en que los individuos expresen todas sus capacidades y no encasillarles de primeras en un campo específico”, comenta Wright.